23.3.14

ANAUCO. Venezuela carnívora y sin arepas.

ANAUCO, C/València 428, zona Sagrada Familia aún sin ser invadida del todo por guiris.
 Confieso que llego muy tarde a Anauco. Es de los locales que tenía en pendientes desde la época del hype de La Royale. Imaginen lo que ha llovido y las hamburguesas que nos hemos comido en el intermezzo. Millares seguramente porque de aquello de La Royale ya hace tanto que hasta los que solían defender aquello ya han sucumbido a la realidad cabezona en la que habitamos. Anauco no tiene nada que ver, por suerte, con ese local del upper pero siempre estuvo en las listas de hamburguesas a tener en cuenta en la ciudad, antes incluso de la aparición de muchos de los locales que ahora cortan la ternera en el ambiente hamburguesil. Por eso, tarde pero no mal, merecían visita para #burgerhunters y aquí la tenermos.

En Anauco son venezolanos pero no hacen arepas como en La Taguara del Born aunque seguro que las bordarían igual que sus compatriotas a los que visitamos hace tiempo. Tienen unas hamburguesas de escándalo y además el servicio es atentísimo y simpático. De todas formas sobre el servicio ya hace tiempo que teorizo acerca de cómo no tener prácticamente jamás una mala experiencia: compórtate educadamente y todo irá bien. Sé un imbécil y podrás hablar de que te han tratado mal.
Volvamos a Anauco, que se ha convertido en uno de los templos a los que volver pronto. Hacen sus propias hamburguesas diariamente con producto fresco y las ofrecen de diversas carnes y tipos, como es preceptivo. A destacar que son unidades carnívoras de 180 gramos, lo cual ya me hace amarlas para siempre. No me racaneen hamburguesas de 130 gramos que por menos de 150 no me muevo de casa.

Ternera, pollo, cerdo y la ínclita vegetal que para alegría de muchos ya se ha convertido en obligatoria en toda hamburguesería que se precie (aquí en base a un falafel). Varios entrantes y postres artesanos que esta vez no probé porque me pasé con la comanda. Y es que otra cuestión a considerar y que hay que valorarles mucho o muchísimo es que con la hamburguesa ponen un vasito de patatas. Sí amig@s, no lloren, vienen incluídas en el precio y hacen posible que no tengas que pedir nada más con tu superhamburguesa. Pero yo lo hice, por ustedes, para que viesen hoy algo más. Veamos.

Al llegar a Anauco sabía qué iba a pedir porque su web no está nada mal y porque no tenía claro como sería la ración cortesía de patatas. Así que fui a por unos aros de cebolla, clásico acompañamiento, y aunque estimables en cantidad tal vez algo pasados de aceite. No quedó ni uno, eso también, pero la cebolla se hacía difícil de encontrar a veces entre el frito y hay que decirlo. En otra ocasión probaría una alternativa si fuere menester.

Pero no habíamos ido a Anauco a comer vegetales fritos. Veamos la hamburguesa. Me decanté por la 007 (?¿?) dejando para otras ocasiones otras opciones más tropicales como la que lleva chutney de piña o la de boniato u opciones más sui generis como la de hash brown. Watermouth. En todo caso aquí ven mi elección junto a ese vaso con patatas de las buenas, también caseras como manda la tendencia. Una carne de alta calidad, jugosísima en boca y que ofreció grandes momentos orgasmáticos.
 Plano cenital para observar con detalle que no tienen cerveza artesana y tuve que pedir una industrial. Al menos no de las cansinas que se pelean por la puñetera petanca.
 Aquí un close up superclose para observar unas patatas fritas de verdad. Que se las traen con la hamburguesa!!
 Y aquí la maravilla del día. Una hamburguesaca (unos 8€) con un pan de los que no se rompe y lo aguanta todo, tuneado con sésamo y amapola. Aguanta hasta un huevo frito. Y bacon. Casi nada. Pedí que la hoja de lechuga fuese grande para compensar. 
No se puede ocultar que me gustó mucho Anauco. Fuera de circuitos hipsterianos y pretensiones artificiales se dedica a ofrecer buenas hamburguesas en una zona peligrosa para dejarse caer en temporada alta. La inagotable fuente del turista despistado que se traga un Paella d'Or a la sombra de las grúas es una tentación demasiado fuerte. Y los que aguantan en el barrio ofreciendo calidad tienen nuestro respeto (como los amigos de Bardeni en otro nivel). Anauco es hamburguesa y televisiones para ver deporte. 
Anauco es una hamburguesa de categoría sin más.
Y me pareció que la gente que lo lleva se merecen estos elogios.
Volver.


15.3.14

BIERCAB. El Paraíso cervecero terrenal.

BIERCAB, Muntaner esquina Consell de Cent, Beercelona (el juego de palabras no es mío).

Locales donde envenenarte a base de mala cerveza los hay a miles. Por suerte cada vez más van surgiendo locales irreductibles que nos ofrecen alternativas en las que encontrar algo diferente. No siempre alternativas buenas, pero sí alternativas a la cerveza industrial del montón con la que convivimos desde edades muy tiernas. No es este el lugar ni la hora para hablar del fenómeno artesana o industrial ni de todo lo que implica (se intentará hacer en algún momento), pero son fechas pre Barcelona Beer Festival (11-13 abril) y nos estamos poniendo muy cachondos ya con el tema.

Por eso hoy les traigo el que seguramente es el local junto a L'Espumossa al que más veces acudimos a disfrutar testeando novedades, locuras en forma de cervezas o cervezas consolidadas de las que siempre buscamos cuando salimos. Ya pasó el tiempo de la mediana y la cerveza cool del momento. Queremos sabores y colores diferentes de una vez por todas. Y en Biercab hay de todo. Tanto como treinta tiradores de cerveza artesana en los que siempre van a encontrar algo que les guste (y que pueden seguir en tiempo real en su web). Que no se va a parecer a nada de lo que conocen, por suerte. Pero no sólo eso. En Biercab se puede comer mucho y bien. Una oferta variada que va desde la hamburguesa al ceviche, pasando por bravas, bocatas e incluso verduras de esas sanas. Un placer en todos los sentidos. E intentan utilizar cerveza en los platos siempre que sea posible (salsas, por ejemplo).
Oferta variada y con garantía. El cocinero principal viene del Tanta y se nota en esa cocina a la vista que tienen. Han invertido mucha pasta en un local que es bonito y funcional. Y en el que se come bien y se bebe de maravilla. Tardes épicas que resucitan muertos por comas etílicos a quintos.

Comentar también que a veces los jueves hacen eventos con determinadas cervecerías y ocupan los treinta tiradores, o casi, con una única marca, para deleite de entendidos y pretenciosos del montón entre los que nos encontramos. La última a cargo de Mikkeller fue bestial. Sin más.

Hemos ido muchas veces y hemos picoteado muchas y diversas cosas, pero hoy les traigo una de las últimas cenas que nos empujamos mientras bebíamos como hijos de Harald Bluetooth.
Comentar que tienen la amable y loable costumbre de ponerte una tapita con lo que consumes (al menos entre semana) y se agradece mucho. Aquí por ejemplo unas chistorras que quitaban el sentido, aunque van variando y pueden encontrar alitas de pollo o ensaladilla rusa. Depende del día.
Luego tienen unas dignísimas bravas de estilo (podría decir arolesco pero paso) danilechuguesco en lo que lo peor era el precio. Ahora han bajado algo ese precio respecto a la apertura del local, pero siguen estando bastante bien como conjunto. Efectivas, sabrosas. Y son bonitas.
Como cena en sí iniciamos con la elección para el pequeño de la casa, unos nuggets de pollo que no eran tales. Era un buenísimo pollo empanado acompañado de salsa de tamarindo, desconocida para mi, y que resultó curiosa y picante a partes iguales. Aunque tirando más a picante. Bien.
Otra opción fue el timbal de pimientos escalivados, de diferentes colores, con queso de cabra y mezclum de frutos secos, con piñones incluídos. Una opción contundente que deleitó hasta extremos semidesconocidos a la afortunada neoyorkina que me reveló la palabra bageliana.
Yo elegí una hamburguesa. Miren, tienen montones de opciones diferentes y era difícil escoger, pero cuando te ponen una hamburguesa de peus de porc, pues tienes que probarla. Porque sí. Porque no es común y porque no puede estar mal. Y no lo estuvo. Sabe bien Dionisos que no le estaba. Algo liviana pero poderosa en sabor y sobre todo jugosidad. Faltaría menos. Hay que ajustar algo más la relación peso-precio (en general, no con ésta específicamente), pero volveré otro día a buscar otra diferente. Curiosidad.
Como plato para compartir, el ceviche de corvina. Muy bien, al nivel de los grandes. Sorprende meterte un ceviche en una cervecería rodeado de tipos bebecervezas y hamburguesas, pero aquí lo rompen. Esa leche de tigre es sí o sí. Platazo. Sano y que aleja todos los males. Hemos hecho de minibagel un amante del ceviche y eso me gusta mucho. No se lo pierdan. Más cervecerías con ceviche, carajo!
De hecho, queremos más cervecerías!! Y mejor comida en ellas!! Y las iremos viendo. Al tiempo.

3.3.14

TLAXCAL. Órale carnal.

TLAXCAL, Comerç 27, Born cabrón, Barcelona DF.

 Jamás he estado en Mexico y jamás he dominado su gastronomía. No porque no me guste, al contrario, pero es un tipo de restaurante con el que no crecí y que siempre me dio una cierta pereza al encontrar demasiados nombres de difícil pronunciación y explicaciones demasiado largas. Un cosmopolita de Terrassa que conocía los frijoles por las canciones de Molotov.
Pero conozco las tortillas y conozco el tequila. Algunos restaurantes mexicanos en Barcelona no conocen mucho más e incluso dudo que sepan diferenciar entre una tortilla y un papadum, pero en otros puedes aprender fácilmente y conocer delicias de verdad. Lo que se suele llamar visitar un restaurante tan auténtico como Quetzalcoatl. Una muestra acerca de la pedagogía para lerdos comedores de tacos:
Como no somos muy originales la opción Tlaxcal surgió de haber visto por ahí un par de buenas reseñas de gente de la que nos fiamos, así que sabíamos que muy mal tenía que darse la noche como para no salir contentos. Y no fue el caso. Nos gustó, nos quedamos con ganas de más y volveremos antes de que los putos gringos acaben la puñetera valla en la frontera. Sin duda. (No olvidamos que os quedásteis la mitad de México en la Guerra de 1846)

Tlaxcal es un pequeño negocio que se va haciendo grande. Con buen hacer, con esfuerzo y sobre todo con éxitos. Podrás salir más contento o menos con la comida, pero la experiencia es grata y no especialmente cara. Por unos 20€ puedes comer bien o muy bien dependiendo de lo acertado de las elecciones. En nuestro caso dos aciertos totales y dos mejorables. Vayamos a ello cabrones.

Al sentarnos en una cómoda silla alta (se agradece la combinación), nos traen el surtido de salsas y complementos. Tres salsas a la manera de semáforo donde el rojo marca el "te hemos avisado, no te quejes que pica gilipollas", y unas cebollas dulces junto a un poco de lima para adobar lo que gusten. Bonito. Pero no hemos venido a comentar estilismos. Sigamos.
 Empezamos muy bien con unos Chilaquiles verdes. La versión auténtica de ese Tex Mex divino que son los nachos. En este caso con Totopos (el original), mucho cilantro y crema agria. Espectacularmente sucios y adecuados para comer con los dedos. Ni finger ni gilipolleces, con los dedos a enguarrarse y remojar salsa y queso. Inicio a la Moctezuma.
Junto a los chilaquiles llegó el Tamal de queso. Aquí pinchamos un poco. Es un producto curioso. Presentado en hoja de plátano (diría) que no se come (sí, parece que más de uno le ha hincado el diente) es una especie de pastelito (?) de masa de maíz relleno de queso. Algo insípido y de textura extraña no me convenció. No sé si por el concepto tamal o porque ellos no lo hacen bien, la verdad. Ya digo que no soy experto y jamás probé un tamal anteriormente, con lo que no puedo decantarme del todo por la solución. Pero me temo que es el concepto, como pasará con el último plato
 Tras una de cal (para la tortilla) y otra de arena, llegó el plato que siempre se debe pedir en cualquier mexicano y que creo marca si es bueno o no. La cochinita pibil. Tacos gloriosos que nos acercan al Paraíso mexica. Cerdo jugoso, cocinado durante horas en un horno enterrado (originalmente), sabroso como nada en el mundo y del que podrían salir no sólo tortillas sino unos bocatas del carajo. Me imagino un bocata de barra de cochinita pibil y muero en mí mismo conmigo. Esto se pide sí o sí. La cantidad de carne era excesiva para las pocas tortillas que sirven. Son 4 raciones pero en realidad son 5 y generosas. Chorreo de amor entre los dedos. 

 Para acabar, el otro ni fu ni fa de la noche. Nos pasa por originales y querer probarlo todo. En este caso el Nopal, el cactus mexicano que se consume a lo loco por aquellos lares. Pero que no sabe a nada realmente (lo siento, de verdad). Recuerda al híbrido resultante de una noche de amor entre un pimiento verde y una judía del mismo color. Pero sabe a...no lo sé. Además la base de torta de maíz que está debajo es un poco a la tamal, blanda y algo insípida, con lo que no acababa de aportar el sabor necesario. Los champiñones y el queso ok. Llena y no te quedas con hambre pero no es un must. Cochinita gana siempre.
 Una visita que leyendo el post parece peor de lo que fue y nada más lejos de la realidad. Es cierto que hubo dos platos mejorables en la elección pero lo cierto es que disfrutamos mucho y ya he dicho que volveríamos sin duda. Por los chilaquiles, por la cochinita y por seguir probando tacos y el Aguachiles.
Euros bien invertidos en restaurantes mexicanos que huyen del folclore y el mariachismo. Menos es más. 

Viva Zapata!!!