28.5.14

WALL 57. Rey más allá del muro (en Valldoreix).

WALL 57, Valldoreix a 300 metros de los FGC, Rbla Mossèn Jacint Verdaguer, 57.
Hoy nos vamos de excursión más allá del muro a territorios agrestes y desconocidos para muchos y eso que nos quedan a la friolera de 15 minutos de la gran ciudad. Algunos consideran que ya no es la civilización e incluso llaman a estas zonas "eso del Vallès a lo que se llega en transporte público". Pues sí, y de hecho es lo recomendado para llegar a este bonito local en los márgenes del Google Maps a no ser que conozcan bien la zona, territorio de jabalíes y casas unifamiliares.
Wall 57 es el restaurante secundario de Albert Ventura, chef jefe y alma mater del magnífico Coure del Passatge Marimon en Barcelona. Aquí, en estos márgenes de lo desconocido donde vive gente de posibles a los que se les evita tener que bajar a la metropolis se la jugó montando algo que tiene poco que ver con los alrededores. Es una especie de isla de la alta cocina en territorio poco dado a estos menesteres. Apuesta arriesgada que parece no irle mal del todo. Desconozco con qué asiduidad se le puede ver en el local pero como pasa en estos casos no es necesario; el local funciona solo y va como un tiro.
Wall 57 es un local de margen intermedio en lo que a precios se refiere. No es un local de menú a 10€ ni hace falta que te enchufes un Degustación con pretensiones. Tú eliges entre la amplia oferta y de ti depende lo que gastes. No creo que disfrutes de verdad por menos de 22-23€. En mi caso se fue a unos 27 porque hacía demasiadas horas que había comido (craso error, hay que planificar bien estas visitas cuando vas a sitios donde te lo gastas de verdad...).
Como muestra un par de imágenes de la carta:
La verdad es que en Wall 57 tot fa patxoca y más sabiendo lo bueno que es Coure. Allí me comí una de las mejores hamburguesas que comí jamás en la ciudad y al verla en esta carta otra vez toda mi vida hamburguesil pasó ante mis ojos y tuve que volver a pedirla. Me obliga Albert, yo no quería.
Así, la decisión del segundo ya estaba tomada sin bajar de la moto, con lo que nos quedaba elegir un primero a la altura.
Confieso que al leer la palabra "canelón" siempre tiemblo y lloro de emoción así que al fijarme que ofrecían uno algo más ligero me pareció ideal como acompañamiento de la contundente hamburguesa. En realidad siempre pido canelones de buena carne y buena bechamel, pero éste era de foie gras, fresas, rúcula y piñones. Le perdono lo de la reducción de PX. Una maravilla. Muy ligero aunque no me crean y se estén cachondeando ahora mismo. Etéreo! Incorpóreo! Ya entraba por los ojos y de ahí esta foto que no me negarán que está de puta madre.

 Rear version of the magnificient canelón fresón. Me encantó su consistencia, sabor y originalidad teniendo en cuenta que soy del comité STOP Rúcula en todo.
Rerear versión of del otro end del canelón. Me gustaron las fotos que hice y por eso las pongo, qué leches. Una experiencia curiosa en la combinación, sin duda.

Tras la gran opción de entrada, el segundo que se acerca a la perfección, si no fuera por un par de consideraciones que haré al final. Hamburguesa de vaca gallega con acento y todo.
 Es una hamburguesa maravillosa con todas las letras; no es pretenciosa y no necesita de artificios para ser cojonuda. Carne, queso, tomate, cebolla, pepinillos y lechuga. Sin experimentos ni combinaciones alquimísticas. Material de primera, digno de chánpion como dirían en la capital. 
 Como pueden comprobar la carne está al punto, tal como la pedí, y su naturaleza jugosa se vislumbra incluso en la foto. Si les gustan las hamburguesas tienen que amar ésta. Aunque cueste 11€, porque es una maravilla.
Con un par de peros: uno, el pan no está a la altura del conjunto. Se deshace con demasiada facilidad. Un pan de Turris y a morir de placer sería mi consejo (que hay uno en Sant Cugat). Y dos, el exceso de pepinillos en la base. Aunque es reversible al poder quitarlos si no te apetecen, pero se desmonta entonces la hamburguesa. Es que hay demasiados, al menos para mi gusto. En todo caso, totalmente recomendable. Ese queso es un gozo, no ven ese color? No sangramos si nos pinchan?

Wall 57 y los caminos inescrutables del señor que te llevan a él. Un día estás aquí y al otro estás dando vueltas al pie de Collserola buscando el Wall o el Piccola Cucina Italiana.

Para finalizar un par de consideraciones que no puedo evitar. Aunque Wall 57 es un local totalmente recomendable hubo un par de detalles que no me gustaron, además de la clientela algo subidita de humos que hablaba a mi lado de colegios privados que son mucho mejores que los públicos (para otro debate). El primer detalle es que la carta no incluye el IVA. Ya está bien... No es legal. Y dos, cobran el pan y el servicio, y tampoco puede ser. No, no y no. Por eso lancé en Twitter los hashtags #cartasiniva y #cobraelcubierto, para que lo utilicen y hablen de los locales que siguen con estas prácticas discutibles o ilegales directamente.
Vaya, que Wall y Coure son muy buenos pero ahora mismo no voy a volver porque no me gustan estos detalles. Raro que es uno.

21.5.14

CAN VILARÓ. La familia tiene un bar. De comida casera.

CAN VILARÓ, Carrer Borrell amb Manso, delante de Mercat de Sant Antoni.
No se puede vivir en esta ciudad sin haber sucumbido por la gracia de Dios a la recuperación innegociable de la comida casera. Tras años de sucumbir a la moda de técnicas avanzadas que hacían enrojecer a la NASA y de nombres de platos hipercomplicados que hacían necesarios varios cursos de metafísica metalingüista dirigidos por el mismo Chomsky, lo tradicional ha vuelto. Aunque en realidad nunca se fue pero le habíamos dado esquinazo. No existe la modernidad innovadora sin la tradición. Estoy convencido de ello como los grandes gurús de esto, pero ni viene al caso el debate ni importa mucho la opinión de un neófito como quien les escribe. Para eso está comedordepatatas.blogspot.com.es que es donde escribo mis pajas mentales irreflexivas.

En todo caso nos encantan los sitios de tota la vida y nos encantan que sigan como tota la vida. Alejados de modas, chorradas estéticas y tendencias maléficas que arruinan el tejido social y nos convierten en hijos de lo inmediato que olvidan el pasado. Por eso nos gustan los sitios que son patrimonio y que no ceden. Y que resisten. Y que dan la cara. Y que ofrecen cosas interesantes, evidentemente. La tradición en sí misma no es ni un valor ni una garantía. Ahí tienen la corrupción y los toros, por ejemplo.

He aquí lo que se ofrece en uno de los locales fetiche del (casi) siempre grande Quim Monzó.


































Platos de siempre, catalanes com ha de ser y a precios más que ajustados. Hubiese pedido prácticamente uno de cada, excepto el higado y los sesos tal vez...Uno ha comido mucho tiempo en McDonald's pero no está preparado para todo...Pero como no podía ser menos, la casquería tuvo su protagonismo fetichista en la comida. Como casi siempre. 
Tenía claro al llegar al abarrotado local que iba a comer algo muy típico. Algo que dificilmente te encuentras en esos restaurantes michelineros a los que suelo ir cada día. Por eso me decanté por unos fideus a la cassola, por el antojo de algo que hacía un lustro que no comía y porque qué carajo, es un plato hipermegacuquilesstradicional. La lástima es que estaban tal vez algo pasados de cocción, para mi gusto, aunque igual la hora tuvo algo que ver al ser últimísima hora del mediodía, cerca de las 3:30pm. Imagino que se cocinan varias tandas y luego ya no más, con lo que si esta cazuela llevaba mucho rato cocinada los fideos siguieron su cocción hasta un punto más allá de lo recomendable. Aunque yo soy muy de pasta estilo napolitana que casi cruje e igual el problema soy yo. Sus costillitas, su buen caldo, sabroso e ideal para mojar hasta secar el plato. No un plato excesivamente grande, pero, ¿han visto el precio?

De segundo, el plato que tenía marcado con una X del tamaño del ego de algún cocinero francés estrellado: la tripa i cap i pota de la que siempre habla Quim Monzó en sus desayunos. Estaba claro y ahí fui. Gloriosos. Sin más. Ración menor tal vez que en otros bares fetiche de este blog pero de resultado mejorado. Grandísimo sabor a la altura de las piezas ofrecidas. Pocas pero XL. Los callos son un plato sí o no para mucha gente. Para mi siempre son sí y en el caso de estos en particular son muy sí. Amor a primera vista y dignos de vueltas infinitas a Sant Antoni.
Vista cenital del plato para observar la variedad del mismo y las piezas maravillosas que merecen una standing ovation sin discusión. Larga vida a la casquería.
De postre como colofón tradicional catalán como debe ser, un mel i mató que no se lo saltaba un burro catalán. Maravilloso en textura y generoso en mieles, del triunfo, para ser más exactos. Otro de esos platos innegociables cuando te lo encuentras cara a cara.
Una visita muy positiva a todos los niveles a Can Vilaró. Con el único pero matizable a los fideos, los callos fueron de altísimo nivel y el postre no desentonó en absoluto. Hay que volver a este local porque la familia se lo trabaja. No sé si toda la gente que atendía era familia pero al menos lo parecía. Los amigos inspiradores de este post que son la gente de Sant Antoni (i part de l'estranger) tienen más info y conocen mejor a Sisco y a Dolors. Años de buen hacer, por eso siguen dando guerra y ofreciendo comidas de alto nivel. Los clásicos nunca mueren. Que mueran otros primero.

10.5.14

Casa Mari i Rufo. Cuina de mercat de cara al mercat.

CASA MARI I RUFO, C/Freixures 11 en lateral del Mercat de Santa Caterina, en el Centro de casi todo.
No es éste un restaurante de moda ni a la moda aunque esté sito en territorio cercano al Born. No hablamos de un local de apertura reciente y decoraciones violanescas. Hablamos de un humilde local de cuina de mercat que puede ser barato pero suele ser más caro de lo que creerías antes de entrar porque prejuzgas erróneamente.
Hacen las cosas bien y la experiencia es tremenda a todos los niveles. Por los propietarios, de reputada fama en toda la ciudad por su particular buen hacer y personalidad, por unos atentos camareros, por un local al que no sabemos cómo llegó Bibiana Ballbé pero del que salió encantada aunque acabes oliendo a frito gambil, por una decoración amocional (porque no produce ninguna sensación) y porque al pisar Casa Mari i Rufo te encuentras un caos de mesas y jamones en la entrada que crees que nada bueno puede salir de allí. Pero si te quedaras con eso te equivocarías como un pringao de los muchos que seguro han pasado de largo para irse a comer unos macarrones al restaurante de al lado (o cosas peores en locales cercanos al ser territorio dado a la caza de guiri).
Casa Mari i Rufo es una pequeña maravilla escondida tras una primera impresión turbadora, caótica y chillona. De los locales de toda la vida. De esos de cuando vas a Italia vuelves recordando porque se supone que allí gritan siempre y te hace gracia, pero aquí no. Pues en Mari i Rufo se comunican en barra como les da la gana y bien que hacen. El encanto, el carisma y el buen hacer tras esa barra metálica. 
Aquí tienen una porción de la carta (en la que me turba esa presencia del Kobe) pero donde no sale el menú diario a 11€ del que también se habla maravillas. Yo opté por un par de platos para probar de la carta y por la cantidad que apareció en ellos eran ideales para compartir entre dos personas. Pero iba solo. Tuve que comérmelo. Todo. Yo. Solo. Todo. Lo siento. Volverá a pasar. Mucho.

Empecé por algo suave porque reservaba el bang para el segundo. Así me dispuse a escoger algo de verdura que siempre es aplaudido por mi mujer y mi nutricionista oficiosa. Y escogí una escalivada con anchoas tremendamente espectacular. Por todo y en todos los sentidos. Por sus olivas rosas semifluorescentes, por sus anchoazas y ante todo por el descomunal tamaño del plato que tenía ante mi. Muy grande, XXL, maravilloso, imponente y de una calidad superior. Tanto el pimiento como la berenjena perfectos, en su punto. El pimiento más al dente la berenjena de una melosidad extrema. Un platazo sin discusión ideal para dos, vuelvo a remarcar. A 7'5€ además sale mucho más apañada la cuenta.
Abrumador.

Muy fan del color rosado de cebolla y olivas por el contacto pimentero.


Para el segundo plato dejé el contundente que celebraba un canto burlesco al colesterol burlado. Unos huevos con patatas y foie que volvía a ser calidad superior, extrema, premium, gourmet, ochonabos. Otra ejecución maravillosa con su aceite y sus huevos rotos ideales para mojar pan si te queda algo de espacio en ese estómago de vikingo que tienes. El mío es una mezcla entre vikingo y extremeño con lo que puede con casi todo como se puede comprobar. Y no dejé ni rastro porque hubiese sido de mala educación.
Si te ponen esta maravilla no se deja nada en el plato. Pero esto es así desde tiempos bíblicos. Viene con el rollo de la hospitalidad al invitado en casa y eso, apartado Gambiteros zampabollos.
Plato fetiche ipso facto. Alejado de aquellos platos con patatas tipo paja que, en fin, existen porque todo puede existir, pero a años luz. Canto a la grasa, Oda a la lujuria colesterolera, Himno zampabollil.
No es un plato barato, son 16€ pero un día de celebración es un día. Y qué comida la de aquel día.

Al final la cuenta salió por unos 28€ pero como he repetido varias veces eran platos para compartir, lo tengo claro. Y la cosa hubiese sido un triunfo que ni los griegos en Platea. Pero los pagué a gusto y sin tituberar. "¿Qué se debe?"
Una comida curiosa. En una sala interior de 25 m2 en una pequeña mesa para mi entre otras dos donde se podría resumir la grandeza de Mari i Rufo: a mi derecha una mesa de ejecutivos altivos que se vanagloriaban de conocer a Rufo. A mi izquierda, unos sindicalistas de Santa Coloma que se vanagloriaban de conocer a Mari. Una imagen poética con mucha fuerza. Delante mío unos alemanes se acababan unas gambas. Una estampa preciosa.

Larga vida al caos de Mari i Rufo y al gran Alberto que nos guía por el buen camino.