8.12.12

Irreflexiones en la duda

La historia que me lleva a escribir esta especie de artículo tiene mucho que ver con la duda y poco con la sentencia afirmativa. No soy ni mucho menos un entendido en gastronomía sea alta, baja o de estatura media, pero cada vez me va interesando más el saber el por qué, el cómo, o el dónde pasan unas cosas y no otras en este mundo en el que se puede estudiar todo y en el que casi todo está aún por estudiar.

Improviso mientras escribo porque soy un blogger compulsivo, que dificilmente reviso lo que escribo más de una vez y que pocas veces planifico lo que voy a escribir. Surge, se escribe, se corrige y se publica. No es menos de lo que hacen los grandes medios tratando temas mucho más serios de los que aquí se tratan.
En todo caso digo esto porque lo que están leyendo no obedece a un plan preestablecido. No, simplemente es un discurso que se va articulando mientras se va escribiendo y que por eso no me van a tener muy en cuenta. En otras palabras, se me ha ocurrido escribir sobre esto hace un momento y por una especie de debate vía Twitter.

La razón última del escrito es la siguiente: ¿Cuándo, un producto determinado pasa a ser reconocido, aceptado de forma general por todos y no es repudiado por ser una moda que viene de un país X o por culpa de Y?
Tal vez la variable sea tan solo el tiempo. Un producto nuevo que entra en un mercado puede ser rechazado hasta que el paso del tiempo lo hace socialmente aceptado o tolerado. Tragedia más tiempo. Aunque puede ser que esa aceptación no fuese general y que siempre hubiese detractores de un producto determinado, evidentemente.

Vayamos al centro del debate. ¿Qué hace que un macaron francés sea algo aceptable o como mínimo algo mejor visto que un cupcake anglosajón? ¿Por qué razón incluso llegamos a aceptar como propios productos extranjeros como podría ser un donut y en cambio damos la espalda a otros similares porque consideramos que son modas extranjeras que vienen a colonizarnos y acabar con la tradición? ¿Qué es tradicional? ¿Tomarse un café con un croissant lo es? No sé si estamos en condiciones de asegurar que el café como lo conocemos se inventó en Barcelona, y ni tan siquiera si los croissants son algo hispano. Pero lo aceptamos. E incluso tal vez hubo opiniones contrarias en su momento, ¿pero quién las recuerda?

No concibo una sociedad como la nuestra (siempre en el plano gastronómico) sin el chocolate, sin el café, sin croissants, churros o magdalenas, y no creo que ninguna de estas cosas apareciesen de repente aquí donde vivimos ni tan solo que las creásemos nosotros entendiendo por nosotros a unos ancestros que poblaron estos lares hace unas décadas o siglos. 

Todo esto lo he escrito porque he llegado a la conclusión de que lo acepto todo. Hay mercado para todo y público diverso al que puede llegarle a gustar todo o casi todo.
Acepto el macaron como acepto el cupcake, y no puedo dar más que millones de gracias a que el croissant sobreviviera al momento en el que seguramente se le criticó, así como hizo también el cacao que se bebe muy caliente.
Acepto como no puede ser de otra manera que a la gente no le guste una cosa y en cambio sí otra, pero no acabo de ver claras las posiciones anti- x producto. Aunque me parezcan muy bien argumentadas, que lo pueden estar siempre. (Aquí un gran ejemplo)

La casa es amplia, cabemos todos y cabe de todo. Si un producto nos gusta más o menos es otro tema que aquí no vamos a tratar. Que obedezca a modas o no, lo mismo, al igual que si perdura en el tiempo. El éxito no significa ni calidad ni merecimiento, pero es un factor. ¿Y el odio hacia el producto?

Aunque pensando en otra variable...¿no será que en ocasiones tendemos a posicionarnos ante un elemento según la procedencia del mismo? ¿Geogastronomia? ¿Geopolítica gastronómica? ¿Odio xenogastronómico?

Que ustedes lo reflexionen bien, si les apetece.











14 comentarios:

Mar Calpena dijo...

Por ilusiones (por emplear el lenguaje de los tertulianos del Sálvame), estoy contigo con que nada de esto tiene como garantía el origen del alimento. Si no, de qué íbamos a comer pan con tomate... Mi rechazo a los cupcakes, más allá de que me parezcan en general demasiado azucarados y decorados, se cimienta sobre todo en su contexto, en lo que han llegado a denotar. Y en cierta sociología de sus fans, que me molesta. :-)

Marta dijo...

No hay duda que hay "xenofobia" con algunas comidas. El tema de los cupcakes es algo que no entiendo: si no te gustan, no te los comas, pero no hace falta expresar odio hacia un dulce. Otra cosa es quejarse del precio, pero normalmente la gente los desprecia llamándolos magdalenas venidas a mas. Con el sushi parece que no hay tanto problema y está muy aceptado, cuando claramente no deja de ser arroz hervido con cosas crudas.

En el mundo vegano hay un fenómeno similar con las comidas fake. Puedo entender que a un vegano le de asco comer pollo falso que sepa a pollo. Pero a mi no me la da y no acabo de entender el odio hacia unos productos que solo usa gente concienciada pero que tiene buenos recuerdos de algunos sabores.

Todo producto nuevo se somete a la opinión popular y, no tengo duda, su procedencia (ya sea el país o la clase o el tribu a la que se asocia) es la que produce los
prejuicios.

David B. dijo...

Mar, la dimensión socio-psicológica no la he tenido en cuenta, ya te lo he comentado antes, pero aunque normalmente se asocia el cupcake a una tipologia determinada de cliente, no es exactamente así. Claro que existe la tipologia y todos sabemos a qué nos referimos, pero va más allá. Creo.

Marta, amiga moderna, no sé si el sushi es simplemente arroz hervido con cosas crudas (jajaja bonita definición) pero lo que es cierto es que el odio que se le dedica al cupcake es como mínimo sorprendente. Raruno.
Sobre si el origen es la clave de todo esto, yo creo que como mínimo lo es en un 70%. No tengo duda de si el cupcake tuviese nombre francés y no se asociara a una serie de pijas americanas que van de liberadas pero se quieren casar a toda costa, no habría tanto problema. En fin, un fenómeno curioso.

starbase dijo...

¿Se levanta uno de la siesta y ha de reflexionar? No estoy en condiciones. Yo traigo otra pregunta porque soluciones no tengo:

¿Por qué alguien como yo al que los cupcakes no le dicen mucho y el estilo excesivamente naif que a veces lo rodea no le agrada... es sin embargo seguidor del pop-cake?

Seguramente sea por el contexto, o quizá por el palo... que se yo :P

David B. dijo...

jajaja no es obligatorio!! Es una especie de reflexión low cost sobre el por qué se odia a los cupcakes y en cambio a otros productos no...es que me fascina el ODIO total que se les tiene y no acabo de ver claras las razones...

Anónimo dijo...

Puto crack, kármico, brutal... Así, así, escribe David!!! Felicitats!!!

David B. dijo...

Gracias por el contínuo apoyo señor Anónimo!! :)

Soul Kitchen dijo...

Bien, ahora veo de dónde venía todo ese follón con los cupcakes y los macarons. Me reafirmo en mi posición: no me gustan ni los unos ni los otros, porque los encuentro excesivamente dulces. Lo de rechazar un alimento por su procedencia geográfica me parece una actitud absolutamente cerril y que sólo demuestra la poca sesera del ser humano. El mundo está lleno de delicias que es una pena que nos perdamos porque vengan de una u otra cultura. Otra cosa es que le atribuyamos ciertos valores y estatus a la comida. Pero eso es problema nuestro: ahora si no tomas gin-tonic no molas, parece que tienes que saber hacer pan en casa sí o sí, y hasta hace poco las hamburguesas eran hijas del demonio. Aún recuerdo las palabras del gran profesor Abel Mariné cuando durante sus clases de Bromatología alababa las bondades de la hamburguesa. Claro, de las hamburguesas hechas con pan de verdad, carne de primera calidad, mucha lechuga, tomate y cebolla. Todo eso que nos quieren vender ahora con las hamburguesas gourmet. Y de esto hablo de finales de los noventa... Todo un visionario este señor... Lo que quiero decir es que al final nos movemos por modas, eso es inevitable, y las habrá que te enganchen y las habrá que no. Y sobre el odio al cupcake, no sé... a mí me parecen cursis y recargados, aunque reconozco que hay que tener cierta maña y habilidad para hacer algunos de ellos. Se me ocurre que quizás se les odie por eso, porque lo cursi y ñoño se asocia a cierta debilidad de espíritu que no gusta y no se acepta en nuestra sociedad. Parece que cuanto más duro, fuerte y radical te muestres, más aceptación vas a tener. Bueno, igual no sea así, pero mi reflexión me ha llevado a eso. De todas formas, sea lo que sea, modas o personalidad, a mí poco me importa ya que intento mantenerme fiel a mí misma y a lo que me gusta. Y una cosa de las que me gusta es probar cosas nuevas. Por eso espero estas vacaciones de Navidad aprender a hacer pan moreno, pero ya te digo que no voy a hacer un cupcake en mi vida; y jamás me verás tomar un gin-tonic pero me encantará probar todas las hamburguesas gourmet del universo infinito, porque desde siempre he adorado a ese bocadillo. Y gracias por invitar a reflexionar. Besets!! Raquel

Soul Kitchen dijo...

juer, vaya rollazo que me he metido!!! XDD

David B. dijo...

Gracias por el comentario Reichel!!

Es un tema curioso, sí. Tienes razón sobre el tema de la ñoñeria y la cursilería, puede ser la causa, pero cuando me refería al tema de la geografia, principalmente lo hacia por no decir directamente que me parece que mucha gente los odia porque vienen de los USA y son identificados con una especie de imperialismo gastronómico por el que mucha gente no está dispuesta a pasar...En plan Basta ya de imposiciones y modas extranjeras. No lo sé bien del todo, pero lo intuyo.

Sobre las hamburguesas, siempre me encontrarás en tu bando!! ;)

Y nada de rollos, argumentos y letras!

starbase dijo...

Yo hace dos años que apuesto por la llegada del hot dog gourmet. Más low cost no se puede y con la que tenemos ha de llegar. Llegaron las hamburguesas y llegarán los hot dogs gourmet!!

Y estos son también yanquis a muerte...

David B. dijo...

Pues ahora que lo dices, yo espero que llegue también!!
Sobre el hot dog americano existe la idea, correcta seguramente, de que es una comida de baja calidad asociada a algo barato. Pero cada vez existen más locales donde degustar salchichas alemanas que serían las primas estilosas del mismo. Es decir, materia de calidad puede que ya la haya, pero aún no estamos en el momento de la gourmetización (ni estoy convencido de que eso sea un paso positivo o correcto ya que normalmente también incluye una subida de precio desorbitada).

En todo caso tal vez deberíamos aprovechar esa lowcostización que tanto se lleva ahora para ofrecer no ya hot dog si no butifarras catalanas de verdad en el lugar del frankfurt de toda la vida. ¿Por qué no gourmetizamos (...) la butifarra en un bocata? ¿Imaginan butifarras de fantasía de La Butifarrería en un bocata con pan de verdad a 3€?

Arantxa dijo...

Precisamente de todo eso que hablas es de lo que estamos hablando ahora en clase de antropología gastronómica (muy pero que muy interesante te lo aseguro!). Te diré que lo más sorprendente de nuestra cultura es que aceptamos todo, a diferencia de otras culturas gastronómicas que no lo hacen.. y¿sabes porqué? porque un día San Pedro (sí, sí, el de la Bibila) soñó con que Jesús le mostraba todos los majares posibles y se los ponía a su abasto sin prohibirle ninguno de ellos. Eso cuenta la antropología, claro.
Y ¿porqué unos productos se aceptan y perduran y otros no? Pues depende de: el número de personas que lo hayan aceptado, el tiempo en que el plato perdure en el tiempo, las modas, la adaptación al territorio, la memoria gustativa... hay tantas cosas detrás y tanto por hablar del tema!!!!

Arantxa dijo...

Y sí, yo también opino que la salchicha se acerca!