SANTA CEVICHE, Hostafrancs de Sió 11, Hostafrancs, Sants y el Muro más allá de Plaça Espanya.
No pude llegar más tarde a la burbuja mainstream del ceviche porque me fue imposible. Durante meses me resistí a caer en el babeo general barcelonés ante el descubrimiento y el advenimiento de las cocinas del Perú a nuestra tierra. No por desconfianza hacias las mismas sino por rebeldía ante el adocenamiento. Los mismos que critican la tendencia cuando no les conviene, digamos hamburguesas, caían rendidos y nos contaban las excelencias del ceviche pontificando sobre ídolos estrellados que acababan de conocer. Aborregamiento puro y duro que había que dejar pasar. Y eso hice. En cuanto el soufflé empezó a bajar, me apunté al carro para ir a contracorriente y descubrir a los gurús que igual el Tanta no era ni la única ni la mejor opción para conocer esas cocinas peruanas. Obvio que no fue faena mía en exclusiva, pero aquí escribo yo y me pongo las medallas que quiera, aunque sean de mentira.
Así, tras entrar en el mundo del ceviche de mano del mejor menú mediodía del 2014 y de mi local cervecero de cabecera, recorro la ciudad en busca de leche de Tigre cual poseso. Dame Leche de Tigre debería ser registrado como nombre de un local o de un grupo punki (una coma mal puesta podría convertirlo en el título de una peli X), ahí lo dejo. Y con la inestimable ayuda de una buena amiga peruana consigo información fiable de locales a los que dirigir el ojo de Sauron. Y me dirigí un mediodía a Hostafrancs, que parece que está muy lejos pero no. Hay signos de civilización, llega el metro y sigue siendo Barcelona.
Santa Ceviche es un pequeño local de unas 8 mesas y una pequeña barra decorado barrocamente con un estilo muy colorista y lleno de imágenes religiosas de vírgenes del Perú y similares. No es un ambiente nórdico pero lo prefiero a los ambientes violanescos que sobresalen en el iletrado snobismo condal. Carta no muy extensa, menú mediodía a 11 maravillosos euros (no hay carta en ese momento por limitaciones de cocina) y gente humilde y agradable dispuesta a ayudar en caso de dudas al respecto de las maravillas que se ofrecen.
Para empezar, Cancha divina Patrimonio de la Humanidad. Esto sí que es maíz tostado de verdad y no el de Churruca. Te puedes comer dos kilos picando como una gallina. Salado, crujiente, tostado. Imprescindible en cualquier peruano auténtico que se precie.
No pude llegar más tarde a la burbuja mainstream del ceviche porque me fue imposible. Durante meses me resistí a caer en el babeo general barcelonés ante el descubrimiento y el advenimiento de las cocinas del Perú a nuestra tierra. No por desconfianza hacias las mismas sino por rebeldía ante el adocenamiento. Los mismos que critican la tendencia cuando no les conviene, digamos hamburguesas, caían rendidos y nos contaban las excelencias del ceviche pontificando sobre ídolos estrellados que acababan de conocer. Aborregamiento puro y duro que había que dejar pasar. Y eso hice. En cuanto el soufflé empezó a bajar, me apunté al carro para ir a contracorriente y descubrir a los gurús que igual el Tanta no era ni la única ni la mejor opción para conocer esas cocinas peruanas. Obvio que no fue faena mía en exclusiva, pero aquí escribo yo y me pongo las medallas que quiera, aunque sean de mentira.
Así, tras entrar en el mundo del ceviche de mano del mejor menú mediodía del 2014 y de mi local cervecero de cabecera, recorro la ciudad en busca de leche de Tigre cual poseso. Dame Leche de Tigre debería ser registrado como nombre de un local o de un grupo punki (una coma mal puesta podría convertirlo en el título de una peli X), ahí lo dejo. Y con la inestimable ayuda de una buena amiga peruana consigo información fiable de locales a los que dirigir el ojo de Sauron. Y me dirigí un mediodía a Hostafrancs, que parece que está muy lejos pero no. Hay signos de civilización, llega el metro y sigue siendo Barcelona.
Santa Ceviche es un pequeño local de unas 8 mesas y una pequeña barra decorado barrocamente con un estilo muy colorista y lleno de imágenes religiosas de vírgenes del Perú y similares. No es un ambiente nórdico pero lo prefiero a los ambientes violanescos que sobresalen en el iletrado snobismo condal. Carta no muy extensa, menú mediodía a 11 maravillosos euros (no hay carta en ese momento por limitaciones de cocina) y gente humilde y agradable dispuesta a ayudar en caso de dudas al respecto de las maravillas que se ofrecen.
Para empezar, Cancha divina Patrimonio de la Humanidad. Esto sí que es maíz tostado de verdad y no el de Churruca. Te puedes comer dos kilos picando como una gallina. Salado, crujiente, tostado. Imprescindible en cualquier peruano auténtico que se precie.
Del menú, dos platos y postre. Primero, Ceviche como debe ser. De mero como suele ser cuando es de menú y más que recomendable. Potente, generoso, gustoso, con su camote radiante (lo que vendría siendo el boniato alike) y el choclo que es la vida junto a la cebolla morada que le da ese toque final. Maravilla en menú, necesario si están por la zona. Alto nivel sin ser de Gastón ni de la Panda de los 5 ni falta que le hace.
Se percibe ese semirebozado maravilloso... Tal vez un punto menos hecha la carne y algo menos dura hubiese quedado mejor, pero la maravilla es igual. Un plato también necesario e increíble, sin más.
De postre una tarta de manzana de pasta extra fina y manzana lustrosa con mucha canela. Lástima no tener un pie de limón con su merengue para redondear el espectáculo. Pero no se pueden quejar del show. No, no y no. Además estaba muy bien, no se puede negar tampoco.
Al final la cuenta son 11€ y viene en esta cajita vintage tan cuqui. Me gustó, mira tú qué cosas. Por poco no me la llevo...
En definitiva, un local sin pretensiones como nos gusta aquí, con un menú más que fabuloso y que aúna calidad y precio más que asequible. Ideal para entrar en el mundo del Perú y sus cocinas. Sin mamonadas ni marketing ni social strategy. Dando buena comida. Disfruten.